Sonríen a pesar de saberse instrumentalizados, de ser
conscientes de que los utilizan para atontar, adiestrar, despistar, adoctrinar…
Sonríen cuando ven las audiencias, el anti coeficiente
intelectual que da de comer a una pandilla de hienas.
Sonríen cuando el politicastro llama para dar las gracias
porque su sobrino tiene una beca, o unas prácticas…o una oportunidad para
perpetuar un modelo que nos ha enterrado bastante profundo en la mierda.
Siguen sonriendo cuando se convocan “ruedas de prensa” sin
preguntas, intervenciones en directo desde la habitación de al lado, que se ven
por televisión… Se dan palmaditas en la espalda cuando “los de arriba” (cada
uno tiene los suyos, y dependen de en qué glúteo te sientes...aunque sigas
sentándote sobre tu culo) llaman para felicitar por una gran cobertura en la
que se han loado las excelencias de lo que no es excelente, o se ha dado caña al
de enfrente sin hacer media llamada para confirmar o dar la oportunidad de
rebatir.
Se ríen despreocupados, restándole importancia a faltas de
ortografía en las que cada vez menos gente se fija, y que desprestigian al
periodista, al medio, a la profesión y a la mierda de sociedad hacia la que nos
dirigimos cuesta abajo y sin frenos.
Sonríen cuando ven todo lo que se ahorran tirando de becas,
prácticas y demás…cada vez con menos profesionales contratados...los números
rojos de la credibilidad parecen transparentes.
Ellos sonríen, porque saben que aunque algunos piensen que
otro día les tocará sonreír a ellos…es mentira. Las mismas sonrisas con
diferentes caries. Siempre.
Y por cada sabio que señala, que cada vez nos quedan menos,
hay mil tontos que miran el dedo. Y sonríen.
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